12 mar 2010

JUEGO DE PRESENCIAS: HISTORIA DE UNA PESQUISA FANTÁSTICA



Unos meses después de llegar a la Universidad de California en Davis, donde sigo mis estudios de doctorado, contacté con Mariángeles Fernández, una vieja amiga especialista en Cortázar.

Conocí a Mariángeles en el Centro de Arte Moderno de Madrid, donde asistí durante unos meses a un magistral curso sobre Bestiario, el primer libro de relatos publicado por Julio Cortázar. Cursos similares siguen teniendo lugar en el mismo sitio impartidos por la misma Mariángeles. Os recomiendo que no os los perdáis.

En fin. Contacté con Mariángeles simplemente para hacerle saber que me había mudado a los Estados Unidos y que si quería, podía tratar de conseguir por aquí lo que ella quisiera siempre que estuviera de mi mano. Ella me hizo saber que el manuscrito original de Rayuela se encuentra en los archivos de la Universidad de Austin, Texas; espero un día de estos intentar acceder a esa joya. Además de lo del manuscrito, ella dejó caer que si conseguía en librerías de viejo el primer libro publicado por Cortázar, le haría la mujer más feliz del mundo. Se trata de un libro de sonetos titulado Presencia, publicado bajo el seudónimo de Julio Denis en 1938.

A lo largo del año y medio aproximado que llevo aquí, he navegado por algunas librerías y me he acordado de Presencia. He buscado un poco, sin éxito. Pero.

Pero el otro día, se me ocurrió lo que debió haber sido lo más obvio desde el principio. Esto es; hacer uso del catálogo electrónico de la Universidad. Se trata de un catálogo global. Las búsquedas abarcan todas las bibliotecas del mundo. Yo, como estudiante, puedo solicitar que me envíen por correo cualquiera de estos libros dondequiera que esté. Con decir que hace unos meses me llegó un libro de la misma irreductible Biblioteca Nacional de Madrid, lo digo todo. El caso es que puse el nombre en el buscador: Presencia. Y acoté la búsqueda a los libros publicados en el año 1938 con ese título. Cuál no sería mi sorpresa al ver que había dos. Ninguno era el de Cortázar, y esto supuso una desilusión inicial lógica y esperada. Pero de todas formas, empecé a fantasear sobre la posibilidad de que, ya que Cortázar utilizó seudónimo, quizás podría haber utilizado más de uno.

Uno de los libros llamado Presencia, de 1938, también era de poesía, y había sido publicado en Caracas. Solicité que me lo enviaran desde la Universidad de Berkeley con la esperanza de descubrir en sus páginas los mismos poemas que corresponden al Presencia, de Julio Denis. Pensé que quizás el impulso publicador de Julio le llevó a enviar el mismo poemario a diversas editoriales por América, cada uno con un seudónimo distinto. La edición venezolana aparece bajo el nombre de Otto D’Sola como autor del mismo. Me pareció un nombre muy cortazariano. Me pareció plausible que este libro formara parte de los primeros juegos metaliterarios del genio argentino.

El lunes de esta semana llegó el primer libro: Presencia, de Otto D’Sola. Rápidamente quedó descartada la autoría de Cortázar. No había más que comprobar que las composiciones no eran sonetos. Sin embargo, empecé a leer el libro. Había una foto del autor en las primeras páginas. La edición es preciosa. Y se plantó ante mí el que ya es uno de mis poetas favoritos. Cortázar me lo trajo. Julio me trajo la presencia de un hombre obsesionado por existir. Así empieza el poemario:

Me mueven cada día el aire, el mar y la tierra fecunda.

Me mueven a decir «buernos días» a todos los seres tristes y alegres.

No sé estar inmóvil como la piedra y el olvido.

Demasiada inquietud llevan mis pasos de cara al sol naciente y muriente,

sin salir de la mar, de la tierra y del aire.

. . .

El estilo de D’Sola está entre la vanguardia y la poesía de compromiso social. El verso, largo, está marcado por la sobriedad de la meditación. El libro marca nuestra ruta por el verso jalonando imágenes sencillamente geniales. Miren esta alondra del poema “A veces tropiezo tus manos, amigo muerto en la guerra”:

Tropezar con tu manos es ver perderse una paloma más allá de las torres,

es ver el sol en un paisaje de invierno,

es ver cómo nace una alondra

en la brisa que produce un libro al cerrarse.

Después de leer este libro genial que de algún modo me trajo Cortázar, busqué en internet algo de información sobre D’Sola. Hallé que es un autor bastante olvidado. Al menos en internet, sólo se hace referencia a él en relación a otros poetas venezolanos más conocidos o se le incluye en notas biográficas muy cortas. D’Sola nació en 1912 y murió en 1975 en Palma de Mallorca.

Hoy mismo me ha llegado el otro libro. Presencia, de Germán Pardo García. Aún no lo he recogido. Desgraciadamente la red de redes me ha robado la emoción. Es un autor colombiano que murió en México DF en 1991. Lo hojearé y prometo contarles el resultado de este juego de presencias.

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